En diciembre, o enero e caso de contratiempos, la torre central de la Sagrada Família cubrirá aguas, es decir, alcanzará los 164,15 metros de altura previstos en el proyecto. No será esa, sin embargo, la cota máxima del templo. La colocación de los últimos paneles de la torre permitirá, a lo largo de 2025, iniciar y completar los trabajos de instalación de la gran cruz gaudiniana de cinco brazos que coronará la Sagrada Família, hasta llegar a los 172,5 metros. Será, cuando lo decida la junta constructora, un mirador accesible a través de una escalera final y por ello, porque parte de su superficie será acristalada, un mirador sin igual en la ciudad.
La Sagrada Família ha crecido a ojos vista durante los últimos 20 años, en cierto modo casi al mismo ritmo que ha aumentado el número de entradas vendidas. Entre enero y agosto de este año, por ejemplo, han sido 3,3 millones, un 3% más que en el mismo periodo del año anterior, con los turistas estadounidenses a la cabeza (un 19% del total), seguidos de los españoles (15%) y ya más lejos en cantidad los franceses, italianos, coreanos, ingleses, alemanes y chinos.
Quedará pendiente para un futuro sin fechas claras todavía la construcción de la escalinata de la Fachada de la Gloria. Por lo pronto, a lo largo de 2025 se elevarán las columnas que sustentarán las cuatro torres de esa fachada, pero una vez finalizadas, esa vista, desde la calle de Mallorca, no progresará. Como obra en su conjunto el templo no tiene aún fecha de finalización, pero el próximo año se completarán los trabajos en el lado contrario, en la calle de Provença, donde se avanza a gran ritmo en la Capilla de la Asunción, que coronará una cúpula helicoidal de 30 metros de altura, se culminará la Torre de Jesús y se instalará la gran cruz.
Con esta agenda, el propósito es que el 10 de junio de 1926, centenario de la muerte de Antoni Gaudí, proceder a una solemne inauguración en la que, entre otros impactos visuales, se encenderán las luces del interior de la cruz tal y como el arquitecto de Reus previó en su momento.
“Gravitando sobre cuatro altísimas columnas del crucero y justo encima del altar, se alzará el gran cimborrio, rematado a 160 metros por una gran cruz de cuatro brazos acanalados para poder contemplar el panorama. En medio estará el cordero divino. La cruz será de cristal, de día reflejará la luz del sol y por la noche, por medio de unos potentes focos proyectará haces de luz sobre la ciudad”. Eso dejó escrito Gaudí en diferentes textos entre 1914 y su muerte, y dejó además una sencilla pieza modelada sobre el aspecto de la cruz. Lo que ahora asegura estar haciendo la dirección del templo es seguir lo más fielmente posible aquellas indicaciones, pero con la ventaja que proporcionan los materiales modernos, cerámicas iridiscentes y unos cristales que desde el exterior ofrecerá tambiés ese juego de luces con el sol.
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Las dimensiones de la cruz son, por supuesto, gigantes, equivalentes a un edificio de entre cuatro y cinco pisos del Eixample. De punta a punta de los brazos son 13,5 sus metros. De la base del pedestal a la punta superior, 17. Del 21 al 24 de septiembre, con motivo de la Mercè y gracias a las cuatro jornadas de puertas abiertas que anualmente programa el templo, uno de esos brazos será visitable en la esquina de Marina con Provença. No solo será visitable por fuere. También por dentro. Más de 66.000 personas se han inscrito este año para poder optar al sorteo de entradas de esas puertas abiertas, una cifra que, claro, abre un gran incógnita: cómo gestionará la dirección de la Sagrada Família el acceso al mirador de la cruz cuando sea accesible. La previsión es que no entren nunca más de una docena de personas simultáneamente. Con el aluvión de visitantes que recibe el templo cada año, salvo una milagrosa multiplicación como la de los panes y los peces, solo el precio de una entrada apta para pocos bolsillos parece el remedio más posible.
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